"Nacer de nuevo" Reflexiones para el Año de la Fe

 
MOVIMIENTO VIDA ASCENDENTE

NACER DE NUEVO

CHARLA DE JESÚS-ANDRÉS VICENTE, DELEGADO DIOCESANO DE APOSTOLADO SEGLAR,
en la apertura del curso 2012-2013 el 17 de Octubre de 2012


Partimos del encuentro de Jesús con Nicodemo en el evangelio de San Juan (Jn 3.1-17). Este pasaje nos sirve para el dar el primer impulso al Movimiento para recorrer otro tramo del camino conjunto, precisamente en este Año de la Fe. Las palabras de Jesús “nacer de nuevo” se refieren al don de la fe que abre en el hombre una perspectiva nueva.

Veamos, primero, al personaje; el evangelio nos da suficientes datos sobre Nicodemo (Jn 3, 1-17; 7,50; 12,42; 19,39). Pertenece al grupo de los fariseos y es un “notable, posiblemente, miembro del Sanedrín judío, una especie de senador. Parece venir en embajada a donde Jesús (“sabemos”) quizás para negociar con él un entendimiento pacífico, un pacto provechoso para todas las partes. Es un político y sus buenas maneras parecen huecas e impostadas.

Se presenta como “creyente” en Jesús, pero, en cualquier caso su fe es una fe imperfecta, a oscuras, una fe cobarde. Va a ver a Jesús de noche. No quiere ser identificado como discípulo del Nazareno.
Su fe presenta dos notas negativas: es vieja e interesada.

Es una fe vieja, anticuada. Se basa en “los signos”, en los milagros que hace Jesús y que le acreditan como “maestro que viene de parte de Dios”. Es la fe de los judíos, la del Antiguo Testamento. Una fe fundada en las grandes hazañas de Dios, en las obras espectaculares: la liberación de Egipto, el maná en el desierto, la tierra prometida, David que vence a Goliat… Un judío razona de esta manera: donde hay signos de poder allí está Dios. Pero este razonamiento se queda corto ante la persistencia del mal: el sufrimiento del inocente, la simple enfermedad, las desgracias y el dolor de la vida diaria… ¿Allí no está Dios? Ante esto, la fe de los judíos, como la de Job, enmudece. Más tarde San Pablo escribirá a los Corintios: “Los judíos exigen signos y los griegos buscan la sabiduría. Pero nosotros predicamos a un Mesías crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos, pero para aquellos que son llamados, tanto judíos como griegos, es el auténtico Mesías, poder de Dios y sabiduría de Dios” (I Co 1,22-23).

Los milagros, incluidos los de Jesús, tienen una cierta ambigüedad; se prestan a razonamientos contrarios. Además, son limitados. Jesús cura a a.lgunos, pero no a todos; sigue habiendo guerras, enfermedades… Una fe basada sólo en los signos no sirve para ser valientes y dar la cara por el Mesías. Lo más, para ir de noche al encuentro del Maestro. Pero no para soportar  el riesgo de perder el prestigio y la posición social.

Es una fe interesada. Busca sacar provecho para sí o para el grupo al que Nicodemo representa. Están dispuestos a negociar con él. Ellos reconocerían a Jesús la autoridad de rabbí, incluso le darían un puesto de notable, pero, a cambio, Él moderaría su lenguaje y se acomodaría al sistema existente. ¿No nos recuerda esto a las propuestas del Tentador en el desierto? (Cf Lc 4,1-13). Al menos, igualmente enérgica es la respuesta de Jesús a Nicodemo, como si de Satán se tratara: “En verdad, en verdad te digo (fórmula típica de Jesús para introducir un mensaje profético, en nombre de Dios) nadie que no nazca de nuevo podrá ver el Reino de Dios” y, más adelante, lo volverá a repetir explicitando más el contenido: “En verdad te lo digo,  si no se nace del agua y del Espíritu, no se puede entrar en el Reino de Dios”. Como diciendo: “¡Tómalo tú en cuenta y díselo así a los tuyos. Aunque os creéis los dueños del Reino, no es para vosotros. El Reino no viene por la práctica de la Ley sino por el poder de la Cruz en la que el Hijo del hombre ha de ser levantado como mediador entre el cielo y la tierra. Se recibe por la Fe y se entra en él por el Bautismo del agua y la acción misteriosa del Espíritu.

¿Qué es lo que supone, por lo tanto, nacer de nuevo? Tres cosas:

1º. Dejar el camino libre al Espíritu de Dios.

Él tiene la prioridad: todo lo demás hay que sometérselo. Las normas, las tradiciones, los ritos, las instituciones han de estar al servicio del Espíritu de Dios.
Un órgano de tubos - con todo su aparataje de caja, registros, teclados… - necesita del soplo del viento para que emita su melodía. Lo primero es el soplo del Espíritu, no los libros ni las programaciones que tengamos. Nacer de nuevo supone que cada día nos prestamos a la acción gratuita e impredecible del Espíritu de Dios. Cada día, una melodía diferente. Tenemos que dejarnos guiar por la fuerza divina y enseñar por esa sabiduría que viene de lo alto.
Somos más de cincuenta las organizaciones de Apostolado Seglar presentes en nuestra diócesis. A una media de veinte miembros (y me quedo corto) somos más de mil los cristianos comprometidos en la Iglesia burgalesa. Si dejamos actuar verdaderamente al Espíritu, volverá a producirse “Pentecostés” y se refundarán unas comunidades cristianas que de nuevo asombrarán al mundo.

2º. Dejarnos sorprender por la novedad.

"El viento sopla donde quiere… así es el que nace del Espíritu”. Al Espíritu, como el viento, no se le ve, pero se le detecta por sus efectos sorprendentes. Asimismo, al Espíritu no se le puede programar: “Haz esto que hemos decidido…”.  La Iglesia, cuando ora, dice: “Ven, Espíritu Santo”… Ven y haz lo que quieras. Por eso, quien se deja llevar por el Espíritu, va de sorpresa en sorpresa.
Hemos de consentir que Dios actúe en nosotros a su manera, no como lo hizo ayer, ni como lo hará quizás mañana. El Espíritu no se repite jamás. Cambian las circunstancias. El viento no suena igual si los árboles tienen hojas o están desnudos. Los creyentes debemos estar atentos a cómo actúa, por dónde silba, para no repetir la melodía.  Si estamos atentos, él abrirá cada día nuevos espacios, ensanchará la Iglesia
Los dueños de un gran caserón, cuando los hijos se van marchando, reducen el hogar a los espacios más necesarios, dejando sin utilizar la mayor parte de la casa. Así pasa con la gente mayor. Con la edad vamos reduciendo nuestra vida, empequeñeciéndola, achicando espacios. Dejamos de relacionarnos con algunas personas, no visitamos a los amigos, nos cuesta salir… Nos vamos haciendo cómodos. Pero el Espíritu es anchura, apertura, novedad. Él nos lanza a la calle, al grupo apostólico; nos abre a la colaboración y al servicio.

3º. Tener un único Maestro

Jesús responde a Nicodemo también en plural: “En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos; damos testimonio de los que hemos visto”… Como dándole a entender: “Este “rabbi”, que tanto os inquieta, es tan singular no porque haga milagros sino porque viene de Dios; es su enviado”. Jesús es el verdadero y único Maestro, no porque le den tal título los rabinos o los notables de Israel, sino por su origen divino. Por eso, su testimonio es verdadero ayer, hoy y mañana. No está sujeto a los cambios de régimen, a la aceptación de los hombres. Viene como regalo generoso del Dios-Amor, para comunicar a la humanidad la Vida eterna.
Nicodemo, además de dejarse sorprender  por el Espíritu, ha de hacerse discípulo y seguir al único Maestro. El viento que produce el sonido es el Espíritu; pero el artista que ejecuta la melodía es Jesucristo. A Él tenemos que dejarle actuar, porque es el único que conoce la sinfonía completa; el único que sabe de dónde viene y a dónde va (Cf Jn 13,3).
Cuando en vuestro grupo leéis el evangelio; cuando los creyentes nos enfrentamos a la Palabra de Dios, no tenemos que precipitarnos preguntándonos enseguida: “¿Qué tengo que hacer?”. De ahí pasamos rápidamente a la moral. Pero la primera cuestión que hemos plantearnos no es moral sino cristológica: “¿Quién eres Tú, Señor?” ¡Qué grandeza, qué belleza! ¿Cuáles son tus sentimientos, tu personalidad? ¿Cómo vives, cómo actúas?... En definitiva, centrarnos en Él y no en nosotros, para dejarnos sorprender por su Espíritu. Este Maestro sólo nos pide una cosa; sólo una actividad importante: ¡creer en Él! (Cf Jn 6,28-29). Es decir, la Fe. Lo demás vendrá en consecuencia.

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